Los viajes en el tiempo y los saltos entre el pasado y el presente
Los viajes en el tiempo y los saltos entre el pasado y el presente ofrecen un enorme potencial para la narrativa, pero hay que entender que pueden volverse complicados. Existen muchos factores a tener en cuenta, como el tipo de historia en la que emplearemos estos viajes, los personajes y su relato, los momentos clave para hacer estos saltos, y el momento adecuado para establecerlos sin que los cambios o transiciones se vuelvan abruptos, lo que podría generar confusión en el lector.
Aquí te dejo algunos consejos e ideas que podrían ayudaros a suavizar esos momentos de transición y evitar las repeticiones, que por mucho que nos esforcemos en revisar e identificarlas, siempre queda alguna volando:
Establece una forma clara y constante de transición
“A veces, lo que te devuelve al presente no es una máquina, sino una memoria que se niega a soltarte.”
Las transiciones temporales deben sentirse tan naturales como el paso de un día al siguiente. Como el reloj que no se detiene, los cambios en el tiempo deben llegar con suavidad, como si siempre hubieran estado allí.
Cada vez que tu protagonista regrese al presente, usa una pequeña ancla o “señal” que te permita conectar las transiciones de manera fluida. Esto podría ser un sonido, una sensación, o incluso una imagen recurrente que le indique que está volviendo al “ahora”.
Por ejemplo, el sonido de un reloj, una luz que parpadea, el tacto de algo familiar. Esta señal puede ser sutil, pero reconocerla hará que el regreso al presente sea más natural para el lector.
Frases de ejemplo:
a) “El tic-tac del reloj volvió a colarse por sus oídos, como si alguien hubiese retirado el velo de otro siglo”.
b) “Una ráfaga de luz azul cruzó su visión; era la misma cada vez que el presente lo reclamaba con urgencia”.
c) “Rozó el colgante en su pecho, el metal frío le devolvió, sin palabras, a la realidad de su habitación vacía”.
Usa los sentidos como un puente
“El cuerpo recuerda lo que la mente aún no acepta: el tiempo no siempre avisa cuando cambia de rostro.”
Para evitar la abrupta interrupción del viaje en el tiempo, puedes aprovechar los sentidos de tu protagonista como puente. Por ejemplo, mientras está en el pasado, él o ella puede tocar un objeto que, al ser tocado, desencadena el regreso al presente, o el aroma de algo familiar puede ir difuminándose hasta ser reemplazado por el aire del presente. Esta técnica hace que la transición sea más sensorial y menos abrupta.
Frases de ejemplo:
a) “El aroma a tierra mojada se disipó, y fue reemplazado por el olor a desinfectante del hospital, aquel que ya había aprendido a reconocer en las noches de insomnio.”
b) “Sus dedos aún sentían la rugosidad del papel antiguo, aunque ya sostenía el volante de su coche, en pleno 2025.”
c) “Una ráfaga de viento cálido le susurró en la nuca… y luego vino el frío metálico del metro en hora punta”.
Refuerza el cambio emocional
“El pasado puede doler como una herida que aún sangra en otro siglo.”
A veces, los saltos en el tiempo no necesitan ser solo físicos. Podrías mostrar que, mientras tu protagonista está en el pasado, está viviendo una emoción tan intensa que el regreso al presente está marcado por una especie de “resaca emocional”. Ese cambio de estado emocional puede ser lo que marque la transición, permitiendo al lector entender que algo ha cambiado en su interior sin necesidad de que la escena sea tan brusca.
Frases de ejemplo:
a) “El beso que nunca llegó a darle seguía ardiendo en su pecho, como si el pasado se resistiera a soltarse del todo”.
b) “Volvió al presente con los ojos húmedos y el corazón acelerado, como si acabara de huir de una pesadilla dulce”.
c) “La rabia aún vibraba en sus venas, un fuego persistente que no se apagaba con el regreso a la rutina. El zumbido del refrigerador lo reconoció como una llamada a la normalidad, pero ni el sonido frío del aparato podría acallar la tormenta dentro de él”.
No solo el tiempo cambia, sino también la perspectiva
“Lo que antes era polvo, ahora es reliquia. Nada cambia tanto como lo que ya hemos vivido.”
Si tu protagonista regresa al presente con nuevos aprendizajes, muéstrale al lector cómo ve el mundo de manera distinta. Puedes usar el cambio en su forma de ver las cosas para marcar la transición. Por ejemplo, después de un viaje en el tiempo, un simple objeto o persona que antes no le parecía importante puede adquirir ahora una nueva dimensión emocional. Esto suaviza el regreso al presente y también añade profundidad al viaje emocional de tu protagonista.
Frases de ejemplo:
a) “La taza de porcelana en la estantería, antes invisible, ahora brillaba con la memoria de la mano que solía alzarla. Aquella mano ya no estaba, pero su huella permanecía en cada pequeño detalle”.
b) “Su voz, que ayer le parecía irritante, hoy le sonó como una melodía lejana que no quería perder”.
c) “Donde antes solo veía un jardín descuidado, ahora percibía el mapa secreto de una infancia que no era solo suya”.
Marcos narrativos: el uso de capítulos o secciones
“El tiempo también se ordena por capítulos… aunque el corazón no siempre los lea en ese orden.”
Si los saltos temporales fueran un mapa, cada capítulo sería una nueva coordenada, un nuevo punto en la brújula del tiempo. Para ello, podemos ayudarnos de los nombres de los capítulos o subtítulos, pues funcionan como una señal clara para el lector sobre el cambio de época.
Si tu novela tiene capítulos o secciones, puedes dividir las partes donde viaja al pasado y al presente. Al hacerlo de manera estructural, no solo estás organizando el tiempo, sino que también creas una expectativa en el lector: saben que cada cambio tiene su propio espacio, y esto hace que los viajes temporales se sientan menos forzados y resulten amenos e interesantes.
Frases de ejemplo:
a) Capítulo 5 — “Lo que fue”
“Los árboles aún no conocían el ruido de los coches. El cielo era más limpio. Y ella aún no sabía lo que dolía un adiós”.
b) Capítulo 9 — “El regreso”
“Ya no olía a pan recién hecho. Ya no estaba ella. El silencio del presente lo golpeó sin pedir permiso”.
c) Capítulo 12 — “Donde todo empezó”
“Cada palabra escrita en ese diario era un portal. Cada línea, una grieta abierta al entonces”.
Evitar la repetición de detalles
“Los recuerdos son como ecos: no necesitan repetirse palabra por palabra para hacer ruido.”
Tal como lo oyes… los recuerdos funcionan como ecos, no como repeticiones literales, sino como momentos recurrentes. Pero para que realmente funcionen, trata de no ser demasiado descriptivo/a con los mismos detalles una y otra vez. En lugar de repetir lo ya mostrado, puedes aludir a esos momentos con frases más breves y evocadoras, o a través de las emociones que el protagonista experimenta en el presente al recordarlos. Cada vez que regrese al pasado, intenta que el contexto de su recuerdo sea ligeramente distinto, como una nueva capa sobre el mismo hecho.
Frases de ejemplo:
a) “Ya no necesitaba describir la habitación una vez más; bastaba con decir que olía a pasado, y ella volvería a él sin necesidad de más palabras”.
b) “Recordó el beso como si lo hubiera soñado, y no fue necesario repetir el gesto, solo su ausencia”.
c) “La risa de su madre volvió, no como un sonido, sino como un eco profundo en su pecho, como si aún pudiera sentirla en su piel”.
Usa el ritmo narrativo
“Algunos viajes en el tiempo son terremotos. Otros, simples pestañeos.”
El ritmo juega un papel muy importante. Si notas que los saltos en el tiempo interrumpen demasiado la fluidez, intenta variar el ritmo de las escenas. En momentos de gran tensión emocional, podrías hacer que el viaje en el tiempo sea más rápido, casi como un parpadeo. En momentos más calmados o reflexivos, puedes alargar la transición para dar espacio a la introspección de tu protagonista.
Frases de ejemplo:
a) “En un parpadeo, el mundo cambió de dirección, como si el pasado hubiera decidido escapar en un fugaz destello. En ese instante, todo se deshizo, y el ahora estaba de vuelta”.
b) “La escena se deshizo lentamente, como tinta diluyéndose en agua. El regreso fue suave, casi imperceptible”.
c) “El viaje no fue un salto, sino un deslizamiento. Como deslizarse entre páginas, de un capítulo a otro”.
Conclusión
Viajar en el tiempo en una historia no es solo mover a los personajes entre décadas o siglos: es también mover al lector entre emociones, recuerdos, aprendizajes y heridas. El verdadero viaje no ocurre en la máquina, ni en el ritual mágico, sino en el corazón del protagonista… y, con suerte, en el del lector.
Cada salto temporal puede ser una grieta por donde se filtra la luz del pasado, o una sombra que se proyecta sobre el presente. Lo importante es no perder la brújula emocional. Si el lector siente el cambio —aunque no entienda del todo cómo funciona—, entonces el viaje ha sido exitoso.
Y recuerda: el tiempo en la narrativa no tiene por qué ser lineal. Puede doblarse, romperse, espejarse. Pero sobre todo, debe tener sentido emocional. Porque más allá de los relojes y las fechas, lo que permanece es lo que duele, lo que cambia, lo que marca.
Atrévete a jugar con el tiempo. No para dominarlo, sino para entender lo que hace con tus personajes cuando nadie los mira.
Porque cuando el tiempo es solo un hilo que se puede tensar o soltar, la verdadera magia ocurre en lo que no vemos: en lo que cambia sin que nadie lo note, en lo que perdemos y, tal vez, en lo que nunca dejamos ir.
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